Corren malos tiempos para el corzo en el Valle de Fornela, incluido en la Reserva Nacional de los Ancares Leoneses. Los lobos, la maleza y la existencia de una mosca que deposita sus huevos en materia fecal en la mucosa del hocico del animal provocando la aparición de larvas y llegando a producir su muerte, han reducido a la mitad la población de esta especie en los últimos cuatro años. Un balance más que negativo para una zona de caza en la que buena parte de los ingresos de las juntas vecinales depende directamente de esta actividad. Al parecer, la mosca aprovecha el momento en el que el mamífero agacha la cabeza para comer hierba, entonces se introduce en el orificio y deja allí sus excrementos. Cuando las larvas crecen se va formando una pelota que acaba asfixiando al animal. Además de hacer herida.
Es el problema de la mosca lo que más preocupa ahora mismo a los vecinos de la zona, si bien desde la Junta de Castilla y León, el jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente, Mariano Torres, ha llamado a la calma y aunque ha reconocido que la mencionada mosca existe, en ningún momento puede hablarse de plaga. Dice, además, que la mayoría de las muertes son consecuencia de otros factores. No piensan lo mismo, los presidentes de los cotos de caza de Chano y Guímara -”ambos pertenecientes al Ayuntamiento de Peranzanes-”. «El año pasado encontramos cerca de una decena de corzos muertos y cuando analizaron las muestras aseguraron que había sido por culpa de la mosca», explicó en declaraciones realizadas a este periódico el responsable del Coto de Guímara, Benancio Ramón Moreda.
El fin de la caza. En la época de caza, los cotos del valle sacan a subasta piezas, solían ser cinco por coto las que se mataban, ahora no pasan de tres, «porque no hay», explicó Benancio Ramón. Cada pieza suele costar unos 800 euros, dinero que se utiliza para cubrir determinadas necesidades de los pueblos. Además, ha sido necesario poner límites al negocio de la caza. «Hace cuatro años alquilábamos el monte y nos pagaban 6.000 euros por él. Ahora, somos los propios vecinos quienes nos hacemos cargo del coto y sacamos 2.000 euros», apuntó el presidente del Coto de Chano, quien explicó que de esta manera «conservamos mejor la población de corzos y evitamos que se mate de manera indiscriminada. Los pequeños no se tocan, sino no queda nada».
El lobo y la maleza son los otros factores apuntados por el alcalde de Peranzanes, Vicente Díaz, como causa directa de la desaparición de corzos. «Un problema grave es el de los lobos. Hay auténticas manadas y, por ejemplo, cuando nieva, como hay demasiada maleza, el corzo no puede escapar y acaba siendo atrapado», aseguró Díaz, quien se lamentó de que la zona se esté quedando sin caza y nadie haga nada al respecto. «Hace seis años había corzos por todas las esquinas, ahora recorres la reserva y apenas ves alguno». Los vecinos denuncian la «ineficacia» de la Administración y claman por la limpieza del monte para eliminar la maleza que ha ido ganando terreno ante la ausencia de desbroces. «Si tuviéramos dinero para desbrozar, lo haríamos nosotros mismos, pero no tenemos ni un duro», explicaron desde el coto de Chano.
Visto en Diario de León, 25 de Abril de 2011. http://diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=601106
PUBLICADO EN FEDERCAZA
ResponderEliminarNO PERDAMOS EL NORTE
Escribe: Francisco Chan
ANCARES TERMINAL
Durante la pasada temporada de caza, mi periplo nómada, me ha llevado por fortuna a visitar varias reservas regionales de caza en Castilla y León. He cazado en Batuecas, Demanda, y Urbión, con buena estrella en unas, y en su ausencia en otras, pues la caza de verdad no puede, ni debe ser de otro modo. El cómputo general ha sido bueno, la vieja Castilla no suele defraudar. Es más, incluso en alguna reserva donde la suerte no me ha acompañado, como ha sido Batuecas, he llegado a la conclusión de que su gestión es buena, cuánto mejor será mi opinión de Urbión o Demanda, donde la campana me ha sonado abundante, quizás en exceso.
La mancha negra la ha puesto Ancares; es esta una reserva de mítico y evocador nombre, por la cual yo tenía, y tengo, una especial inclinación y afecto. Conozco el lado gallego y su problemática, tenía pues verdaderas ansias de experimentar los encantos de la ladera leonesa. Desgraciadamente la decepción ha sido mayúscula, empezando por la absurda y absoluta rigidez burocrática de las listas, que no obedece a ningún razonamiento coherente, y terminando por la ausencia de caza, que es lo más importante.
No exagero al decir que una jornada jabalinera ofertada allí, se puede tildar de engaño con mayúsculas. No es de recibo, que después de haber abonado las tasas oportunas y habiendo enviado, con trece meses de antelación, la lista de veinticinco cazadores nacionales, llegada la cacería, no permita la dirección de la reserva cambiar ni un solo nombre del listado. En un año pueden pasar muchas cosas, y un servidor público, aparte de aplicar las normas, no debería perder nunca el sentido común, pero mucho menos las formas. El trato respetuoso, incluso por teléfono debe ser exquisito.
Toda esa rigidez oculta realmente una incapacidad de gestión colosal. De los miles de corzos que poblaban los Ancares leoneses, al igual que ha ocurrido con los gallegos, ya no quedan más que unos pocos cientos que, curiosamente los perros los levantan cerca de las casas. ¡Pobrecillos, allí buscan su último refugio!. Después de un día entero trotando esos montes, del jabalí solo hemos podido hallar pisadas de un gran macho. Otro navajero apareció comido por los lobos; hembras y crías huyen de la reserva. La mayor cantidad de rastros de lobo que he visto nunca están concentrados en los alrededores de Candín. Durante la jornada, amén de una docena larga de heces del lupo, sus huellas, vistas en la nieve y el barro, fueron incontables. Los guardas se quejan de que todo empezó cuando en Asturias dejaron que se les fuese de las manos el correcto y necesario control equilibrado de predadores, y ahora ni son capaces, ni tienen apoyo político para meterle mano al asunto.
La administración de esta reserva miente y oculta la realidad, pues en las subastas y sorteos siguen apareciendo precintos para corzos y ciervos, siendo su población cada vez más escasa. Se dan batidas al jabalí, donde no existen. Nadie tiene el valor de reconocer la necesidad de proteger a las presas en esta reserva, no a la superpoblación de predadores. Esta verdad incómoda denuncia la ruina económica para los pueblos del entorno. Año tras año verán achicarse más y más sus ingresos por la caza.
Mi amado Ancares que, desde los anhelos de Castroviejo, llegó a convertirse en un paraíso real de biodiversidad; hoy no es más que una fachada vacía, un desierto biológico, o mejor dicho, un monocultivo donde falla la base de la pirámide ecológica.
Pronto, muy pronto, solo será un parque monotemático donde la labor de la guardería consistirá en llevarle comida al lobo en carretillas, porque ya no encontrarán nada salvaje sobre lo que predar.
LA GESTIÓN INCOMPETENTE DE LA RESERVA ESTÁ HACIENDO CORRER UN BULO PARA TAPAR SU RESPONSABILIDAD. ESAS LARVAS, LA MIASIS, SON COMUNES A TODOS LOS RUMIANTES Y NO MATAN MÁS QUE LA GRIPE A LOS HUMANOS.